(Texto escrito el 9 de enero de 2013)
Hace unas semanas comí hamburguesas con
mi novia y su familia. El hijo de su hermano, quien en unos días cumplirá tres
años, fue a la sección de juegos. Mientras el niño subía por una red de túneles
concatenados, muy comunes en las franquicias de comida rápida, su mamá nos dijo
que en ocasiones, al no poderlo cuidar todo el tiempo por la imposibilidad de
que los adultos entren en el área infantil, las niñas presentes de mayor edad
cuidaban de él así como de otros niños pequeños. Prosiguió diciendo que tal
impulso protector casi no ocurría en los niños (la contraparte masculina).
Experiencias similares las hemos
escuchado alguna vez, e incluso, si tenemos buena memoria, las hemos vivido. En
ese instante, al escuchar hablar a la cuñada de mi novia, me hice las
siguientes preguntas: ¿son las niñas más empáticas que los niños? ¿Podría
extenderse esta empatía a la vida adulta? Y si así fuera ¿la causa podría ser
cultural, biológica o debida a ambas?
Simon Baron-Cohen |
A mediados del año pasado leí el libro «Autismo
y Síndrome de Asperger» (Alianza Editorial, 2010) del psicólogo británico Simon Baron-Cohen, quien es director del Centro de Investigación sobre Autismo,
en Cambridge, Reino Unido. Durante las últimas décadas ha llevado a cabo un
gran número de investigaciones que le ha permitido desarrollar teorías que intentan
explicar esta condición.
Una de las teorías del investigador (en
la que son coautores Utah Frith y A. M. Leslie), explica el autismo a partir de
una ausencia de la teoría de la mente
(capacidad que nos permite otorgar estados mentales a los demás): a
una persona con autismo, le sería muy difícil entender el lenguaje verbal no
literal ‒como la ironía o el sarcasmo‒ y el no verbal (lenguaje corporal,
expresión facial, modulación de la voz), cuya utilización nos facilita percibir,
en gran medida, lo que nuestro interlocutor está sintiendo (o deseando) en un
momento dado. Por esta razón, se dice que alguien con autismo tiene una teoría
de la mente disminuida (o alterada) o que tiene «ceguera mental» o una empatía
escasa.
Otra de las teorías de S. Baron-Cohen,
se denomina empatía-sistematización, la
cual contrapone a la empatía otra capacidad: la sistematización. Mediante esta
última es posible analizar o implementar cualquier proceso (tangible o
intangible) para obtener sus reglas de funcionamiento y predecir así su
evolución. Como resultado obtenemos un «sistema». El autor menciona algunos
ejemplos de implementación de sistemas como, los de colección, mecánicos,
numéricos, motores, entre otros.
Ejemplo de sistema: péndulo. |
Se ha visto que las personas con
autismo puntúan mucho más alto en pruebas de sistematización (el autor ha desarrollado
cuestionarios que miden la sistematización ‒coeficiente de sistematización‒ así
como la empatía ‒coeficiente de empatía‒) y puntúan por debajo de la media en
pruebas de empatía. Estos resultados podrían explicar los problemas de
comunicación inherentes en el autismo, así como la hiper-focalización en
ciertos temas, las conductas repetitivas y su resistencia al cambio (consecuencias
de una elevada «sistematización»). Cuando una persona «sistematiza», lo
fundamental es que «lo demás» sea previsible.
S. Baron-Cohen fue aún más lejos al generalizar
la empatía-sistematización en la teoría del cerebro
masculino extremo. Se dio cuenta de claras diferencias de género en las
pruebas de empatía y sistematización. En cuanto a la primera, las mujeres puntuaban
más alto mientras que los hombres hacían lo propio en la capacidad de
sistematizar. Además, las personas dentro del espectro del autismo obtenían aún
mayor puntaje en las pruebas de sistematización y menor puntuación en la contraparte
de empatía. Fue entonces que el autor definió el autismo como típicamente «masculino».
En las pruebas de sistematización-empatía,
el autor distinguió dos dimensiones independientes: la empatía (E) y la
sistematización (S) en la población general. De tal forma, pudo clasificar el
cerebro en cinco tipos:
-Tipo E: Individuos con mucha empatía
pero con problemas de sistematizar (E˃S)
-Tipo S: Individuos que sistematizan
muy bien pero carecen de empatía
-Tipo B (equilibrado): Individuos cuya
capacidad de sistematización es igual de buena que su empatía.
-Tipo E extremo: Individuos cuya
empatía está por encima de la media pero les cuesta mucho sistematizar (E˃˃S).
-Tipo S extremo: Individuos cuya
capacidad de sistematización está por encima de la media pero no son empáticos
(S˃˃E).
Las pruebas aplicadas a cierta muestra
de población arrojaron los siguientes resultados (ver tabla, tomada del mismo libro)
donde se muestra el porcentaje de personas que tienen uno de los principales
tipos de cerebro.
Tipo de cerebro
|
Denominación
|
Hombres
|
Mujeres
|
Síndrome de Asperger
|
E˃S
|
Cerebro femenino
|
17
|
44
|
1
|
S˃E
|
Cerebro masculino
|
54
|
17
|
27
|
S˃˃E
|
Masculino extremo
|
6
|
0
|
65
|
En la tabla podemos observar más hombres
con cerebros tipo S y más mujeres con cerebros tipo E. Además, la mayor parte
de las personas que tienen síndrome de Asperger (condición dentro del espectro
del autismo) puntuaron dentro del cerebro masculino extremo.
Lo anterior se relaciona con
el hecho de que el autismo es más frecuente en hombres que en mujeres (4:1
aproximadamente). Lo interesante de este enfoque es que permite concatenar el
espectro del autismo con el de la población neuróticamente típica. El espectro «ampliado» quedaría como sigue: cerebro masculino extremo (autismo, luego Asperger),
cerebro masculino (la mayoría de los hombres), cerebro femenino (la mayoría de
las mujeres). Especulando un poco, podría añadirse el "cerebro femenino
extremo", en donde abundarían personas (una mayoría de mujeres1)
con tendencia a la psicosis paranoica, cuya característica principal es la
intensificación desmedida de la empatía o teoría de la mente.
Esta teoría ha sido apuntalada con evidencias neurológicas ‒regiones cerebrales de mayor o menor tamaño según el género y de
que se padezca o no autismo‒ por lo que nos sugiere que una mayor empatía en
las mujeres podría tener un componente biológico desde un punto de vista evolutivo: pudo haber tenido un comienzo en el hombre primitivo (mera especulación puesto que no hay evidencia concluyente del rol de género en aquellos
tiempos). Es posible que la mujer prehistórica en situación de madre, haya desarrollado
una mayor empatía debido a que pasaba más tiempo en el cuidado de los niños. En
cambio, el hombre, quizá más enfocado a la caza, desarrolló una capacidad de
sistematización mayor.
No hay que perder de vista que la
teoría del cerebro masculino extremo, es un modelo que, como todos los modelos, tiende a ser reduccionista, pero explica con claridad y simpleza
la sintomatología general del autismo, y a partir de ahí, logra extenderse
hacia toda la población humana. La generalidad en un modelo científico es muy
deseable para que obtenga validez.
1. Hales E and Yudofsky JA, eds, The American Psychiatric Press Textbook of Psychiatry, Washington, D.C: American Psychiatric Publiching, Inc. 2003.