Recuerdo que cuando
fui estudiante de ingeniería utilicé a menudo resina poliéster con fibra de vidrio para construir piezas mecánicas que usé en algunos proyectos escolares.
La posibilidad de crear piezas mecánicas mediante moldes me llevó, al final, a
utilizar este material en mi proyecto terminal de carrera: una silla de montar
ergonómica. En dicho proyecto sustituí la estructura interna de madera de una
silla de montar por otra de resina con fibra de vidrio. Mi padre, quien es
talabartero, le dio el acabado final.
¿Y qué es la “fibra
de vidrio”? Seguramente usted ha visto que ciertas carrocerías de automóviles o
motocicletas y ciertos juegos grandes para niños tienen por el lado opuesto cierta
rugosidad debido a un enmarañado de fibras rígidas. El nombre de este material
hace mención a sólo uno de los componentes: fibra de vidrio; el otro componente
suele ser resina poliéster.
En la jerga de la
ciencia de los materiales, la resina poliéster recibe el nombre de matriz y las fibras de vidrio el de refuerzo o carga. Es decir, la matriz es el volumen donde el refuerzo se
dispersa –u orienta– para ofrecer, juntos, mejores propiedades físicas que si
permanecieran ambos por separado. La región donde la matriz y la carga tienen
contacto recibe el nombre de interface.
Este tipo de materiales recibe el nombre
genérico de materiales compuestos o
simplemente compuestos.
En la naturaleza
Madera fracturada. Se puede apreciar la dirección de las fibras. |
La naturaleza
ofrece algunos ejemplos de compuestos: huesos, los cuales consisten de una matriz
ósea (hidroxiapatita de calcio) reforzada con fibras de colágeno (proteína que también es abundante en la piel);
madera, en donde la lignina (importante en la formación de las paredes
celulares de las plantas) es la matriz, y las fibras de celulosa (polisacárido) son el refuerzo; exoesqueletos de ciertos crustáceos, cuya matriz es
de quitina (otro polisacárido) y la carga son cristales de carbonato de calcio
(CaCO3), y también las conchas de algunos moluscos, donde la matriz se
conforma de proteínas y polisacáridos (denominada conquiolina) y el refuerzo
son cristales de CaCO3. A través de millones de años de evolución estos
compuestos han llegado a la complejidad que poseen, brindando estabilidad
mecánica òptima a los organismos que los generan.
En la vida diaria
Muro de adobe. |
Desde tiempos
primitivos, el hombre se valió de materiales compuestos para construir refugios
más duraderos: la mezcla de barro y paja dio lugar a un material más resistente
y duradero que el barro simple. De hecho, en nuestros días sobrevive el adobe: bloque
de barro, arena y paja (el cual comienza a tener auge en muros de casas del
tipo ecológico debido a su elevada inercia térmica). Resulta claro que el barro
y la paja al combinarse ofrecen mejores propiedades mecánicas que los dos de
manera individual: sería impensable construir paredes sólo de paja o sólo de barro,
este último se fracturaría con relativa facilidad.
En la actualidad,
un indicador notable sobre la importancia de los compuestos es su utilización
en la industria aeroespacial: el avión Boeing 787 utiliza un 50% de compuestos
poliméricos por peso; por otra parte, el avión Airbus A350 utiliza casi
un 53%. La sustitución de metales, como el aluminio, por compuestos han
aligerado el peso de estas aeronaves permitiendo un mayor ahorro de
combustible. Lo mismo sucede con los vehículos terrestres comerciales, una
parte importante de sus componentes son ahora de compuestos.
Un análisis
Como ya vimos, los
compuestos consisten de una matriz, un refuerzo y su interface. El estudio de esta
última es fundamental para saber si hay una buena adhesión: la afinidad química entre la matriz y la carga es muy deseable. De igual manera, la
distribución y dispersión del refuerzo en el volumen de la matriz es esencial
para obtener una mayor homogeneidad. Es decir, si hubiera regiones de la matriz
sin refuerzo debido a una mala distribución o dispersión, se fracturarían con
mayor facilidad ante algún esfuerzo mecánico.
La geometría y
tamaño del refuerzo también son importantes para las propiedades físicas finales
del compuesto. Los refuerzos pueden tener forma de fibras, láminas, esferas, y
su tamaño puede estar en el orden de los centímetros (paja), milímetros (fibras
cerámicas o metálicas), micrómetros (fibras de vidrio o carbono) y nanómetros
(nanotubos de carbono, nanopartículas metálicas, entre otros).
Dependiendo de la
aplicación del compuesto podemos elegir el tipo de matriz y refuerzo que mejor convenga.
Sería importante verificar si la interface entre ellos es la adecuada y cómo
podría mejorarse. Después de la selección, hay que realizar la suficiente
experimentación: distintos métodos de dispersión de cargas en la matriz,
diferentes proporciones refuerzo/matriz, orientación del refuerzo, entre otros
factores, para descartar los compuestos que menos cumplan las expectativas y
obtener al final el mejor.
En general, se
obtienen compuestos para aplicaciones mecánicas pero pueden desarrollarse otros con propósitos eléctricos, es decir, a partir de una matriz aislante podría
obtenerse un compuesto hasta cierto punto conductor de la electricidad si los
refuerzos son eléctricamente conductores. Para lograr lo es deseable
que el refuerzo sea tan diminuto como sea posible.
Nanocompuestos
Como vimos, la
interface entre la matriz y el refuerzo es muy importante. Si la carga tiene
dimensiones en el orden de los cm, la interface en el compuesto podría tener
algunos metros cuadrados; en cambio, algunas cargas, como los nanotubos de
carbono (cilindros de grafeno concéntricos) o el grafeno (lámina de carbono de
un átomo de espesor) presentan un área descomunal (103 o 104
m2) para la misma cantidad de carga. Es decir, si las dimensiones del
refuerzo son del orden nanométrico, se necesitaría una baja proporción
carga/matriz debido al incremento de la interface.
Fractura de un compuesto de alúmina (óxido de aluminio) y nanotubos de carbono. |
El problema para
tan diminuto refuerzo es su dispersión en la matriz: suelen actuar fuerzas
electrostáticas o interacciones de Van der Waals en la aglomeración de las
nanoestructuras. Para romperla es necesario aplicar mucha energía mecánica/térmica
(como la extrusión o la homogenización mediante esfuerzos de cizalla) en
presencia de la matriz gelatinizada o fundida, o en presencia del monómero
próximo a polimerizar. Quizá el mejor método de dispersión en esta escala es la
funcionalización de la superficie del refuerzo con grupos químicos afines a la
solución donde se dispersará. La energía mecánica adicional suele proveerla un
generador de ultrasonidos, los cuales, mediante la cavitación a micro-escala en
la solución, ayuda a separar las nanoestructuras.
Consideraciones finales
En la industria
aeroespacial, automotriz y naval se utilizan nanotubos de carbono, nanofibras
de carbono y grafeno como refuerzo en resinas, epóxicos y plásticos para fabricar
una amplia gama de piezas mecánicas. Asimismo, las nanoarcillas (como la
montmorillonita, mineral del grupo de los silicatos) son utilizadas para
reforzar polímeros que se utilizan en envases de conserva de alimentos al
incrementar su capacidad de barrera hacia ciertos gases como oxígeno y
nitrógeno. Por otra parte, algunas nanoestructuras conductoras de la
electricidad han permitido el desarrollo de compuestos (de plásticos o
concretos) con cierto nivel de conductividad eléctrica que se han utilizado en
el apantallamiento electromagnético de equipo electrónico sensible y en la
generación de calor mediante la conducción controlada de corriente eléctrica.
Cada día se diseñan
compuestos con refuerzos nanométricos más sofisticados –desde un punto de vista
físico y químico– lo cual está permitiendo que se apliquen en áreas tecnológicas más especializadas: electrocromismo, músculos artificiales, tintas conductoras, biomateriales, entre otras. La ciencia de los materiales compuestos se mantiene al alza.
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