Hace algunos días doné plaquetas para la hija de un muy
querido amigo, quien lamentablemente padece leucemia (cáncer en la sangre). Las plaquetas, junto con
los eritrocitos y los leucocitos, son los componentes celulares del fluido sanguíneo.
Éstas permiten la coagulación de la sangre después de ocurrir alguna herida al
acumularse en la zona dañada, impidiendo una hemorragia severa hasta que se
forma una costra. Un exceso de plaquetas en la sangre podría ocasionar coágulos
(o trombos) que bien podrían taponar algunos vasos sanguíneos importantes y
producir infartos al corazón, cerebro o pulmones, ante la falta de una
adecuada irrigación sanguínea. Una deficiencia de ellas, podría producir
hemorragias excesivas. Este último caso suele ser frecuente en los aquejados de
leucemia debido a que una excesiva producción de leucocitos inhibe la
generación normal de eritrocitos y plaquetas. Además, el tratamiento de
quimioterapia, que se enfoca a eliminar a las células enfermas ‒cancerosas‒ por
tener una elevada tasa de división (leucocitos anormales, en estas condiciones),
también daña al resto de las células sanguíneas sanas. De aquí que sea muy importante que los pacientes reciban plaquetas
adicionales de donantes saludables durante el tratamiento.
Equipo de aféresis |
Dicho día, después de aprobar los análisis sanguíneos reglamentarios,
una enfermera me ingresó a una sala en donde estaba un sofisticado equipo de aféresis
(del griego aphairesis, “separar”). Esta máquina puede extraer por
centrifugación componentes sanguíneos (eritrocitos, leucocitos y plaquetas) de
cierto volumen de sangre previamente extraído del cuerpo en forma intravenosa (ver imagen).
Después de que la enfermera introdujo datos al equipo, me colocó
una banda alrededor del antebrazo (capaz de disminuir su diámetro interno
mediante aire presurizado) para incrementar la presión sanguínea en las venas
opuestas al codo. Posteriormente, ya con la aguja insertada en la vena de mi
brazo, el equipo extrajo un determinado volumen de sangre, la centrifugó (para
obtener las plaquetas), y la devolvió a mi cuerpo. Este proceso se repitió en
forma automática siete veces (tal frecuencia se determinó a partir del examen
médico previo). Al final, la enfermera retiró la aguja de mi brazo y me dio a
beber un vaso con leche (rica fuente de calcio) para disminuir el hormigueo en
mis labios producido por el anticoagulante, que suele ser una molécula (citrato
de sodio o ácido etilendiaminotetraacético) que enlaza y suprime al calcio
iónico en la sangre, el cual es determinante en el proceso de coagulación.
Mientras me llevaban a cabo las pequeñas
"autotransfusiones" sanguíneas, recordé que a comienzos del año leí
un libro de ciencia ficción llamado Estrella Roja, escrito alrededor de 1908 por el médico
bielorruso y filósofo marxista Alexander Bogdánov (1873-1928).
La novela trata sobre una adelantada sociedad marciana basada en un comunismo perfecto,
utópico. Un habitante del planeta Tierra es invitado a pasar una temporada en
Marte, quien con ahínco trata de aprender todo lo posible sobre su organización,
sociedad y cultura. Cuando le es posible conocer el sistema hospitalario, un
médico le explica que los marcianos han logrado duplicar el promedio de vida
debido a sus técnicas de renovación de tejido vital, cuyo eje fundamental es la
transfusión sanguínea. Este método, prosigue el médico marciano, consiste en la
conexión de los sistemas circulatorios de dos personas, logrando el paso de
varios elementos vitales de un cuerpo a otro para poder vencer alguna enfermedad. El
terrestre, intrigado, cuestiona al médico sobre el retraso técnico de este método
en la Tierra a pesar de que se conocen las transfusiones desde hace cientos de
años. El médico comunista especula que es posible
que el atraso se deba al individualismo imperante en los humanos, por lo que el
acto de conectar a dos personas resulta inconcebible.
Alexander Bogdánov (1904). |
Independientemente de la postura ideológica del médico
marciano, es interesante observar como Bogdánov, en su libro, vislumbra, poco
antes de 1908, el nivel de perfeccionamiento técnico de las transfusiones sanguíneas
al que él creía que era posible llegar, incluyendo la posibilidad de
rejuvenecimiento.
Años después, en 1925, Bogdánov fundó en Moscú el Instituto de Hematología y Transfusiones Sanguíneas –el primero en su tipo en el mundo– donde realizó experimentos de transfusiones sanguíneas recíprocas. Al parecer, se realizó a sí mismo más de 10 transfusiones hasta que en 1928, debido a la sangre de un estudiante enfermo de malaria y tuberculosis, murió enfermo. A pesar de su trágico final, Bogdánov, nos dejó como herencia abundante experiencia en las técnicas de la transfusión sanguínea.
Años después, en 1925, Bogdánov fundó en Moscú el Instituto de Hematología y Transfusiones Sanguíneas –el primero en su tipo en el mundo– donde realizó experimentos de transfusiones sanguíneas recíprocas. Al parecer, se realizó a sí mismo más de 10 transfusiones hasta que en 1928, debido a la sangre de un estudiante enfermo de malaria y tuberculosis, murió enfermo. A pesar de su trágico final, Bogdánov, nos dejó como herencia abundante experiencia en las técnicas de la transfusión sanguínea.
Las transfusiones sanguíneas, casi como las que conocemos,
comenzaron en 1930 con el médico Sergei Yudin en
la Unión Soviética (donde al principio la sangre era obtenida de cadáveres) y
algunos años después, en los Estados Unidos, con el médico Bernard Fantus (quien acuñó el nombre de "banco
de sangre"). Para los años posteriores a 1937, en estos países –sobre todo en la Unión Soviética– se contaba con todo un sistema de
recolección, almacenaje y distribución de sangre. Después, debido a la
segunda guerra mundial, las transfusiones sanguíneas se masificaron y
comenzaron a expandirse paulatinamente en casi todo el mundo. Esta técnica
desde entonces ha permitido salvar millones de vidas humanas. Y aunque el
rejuvenecimiento, desde el punto de vista de Bogdánov, realmente no sucede, los
"elementos vitales" (componentes sanguíneos) que él menciona en su
libro sí han logrado restaurar (hasta cierto punto) la salud de los enfermos.
Además de sus contribuciones en la medicina, Alexander
Bogdánov realizó profundos estudios en filosofía, sociología y economía. Uno de
sus trabajos más relevantes fue el desarrollo de la Ciencia general sobre la
organización (1920), mejor
conocida como Tectología. En ella, el autor pretendió unificar las ciencias
físicas, biológicas y sociales por considerarlas sistemas de relaciones. Buscó
los principios de organización inherentes a todos los sistemas y anticipó
muchas de las ideas que serían desarrolladas después por Norbert Wiener en Cibernética y por Ludwig von Bertelanffy en la Teoría general de los sistemas.
El libro Estrella Roja (Krásnaia Zvezdá) lo editó Nevsky
Prospects en 2010 por primera vez en español. Lo recomiendo ampliamente, a mi
parecer es una joya de la ciencia ficción.
(Texto escrito y publicado originalmente el 6 de noviembre de 2012)
Quiero seguir tu blog, a ver si aprendo algo... pero, primero tengo q aprender como seguir blogs :s
ResponderEliminarTenes idea cual es el botoncito... qria aprovechar ahora que tengo blogger pero no me puedo quitar las mañas de wordpress