Últimamente he escuchado mucho sobre el
«biomagnetismo médico»: terapia basada en la colocación de imanes en diferentes
zonas del cuerpo para tratar diversas enfermedades. Sin duda, está llena de
conceptos científicos inconexos que la vuelven un blanco fácil para echar abajo.
Fue así que me di a la tarea de buscar fuentes electrónicas que promueven su
utilización.
El biomagnetismo médico, como la
homeopatía o la acupuntura, es una terapia alternativa que se opone a la
medicina basada en evidencias. Mientras buscaba información, me preguntaba ¿qué
efecto podría tener el campo magnético generado por un imán en un tejido
biológico? Al concluir mi búsqueda, además de obtener una respuesta, quedé
sorprendido por la cantidad de contradicciones que «sustentan» a esta técnica «curativa».
Encontré algunas terapias basadas en
biomagnetismo muy similares entre sí. Describiré la desarrollada por el médico
mexicano Isaac Goiz Durán denominada «Par Biomagnético», quien se basó en
algunos trabajos del físico estadounidense Richard Broeringmeyer. Esta terapia
postula lo siguiente:
I. El cuerpo humano puede ser tomado
como un imán. El polo norte (o negativo) sería el lado izquierdo del cuerpo y
el sur (o positivo) el derecho.
II. Estos campos magnéticos,
denominados “pares”, por tener dos polos, están en “equilibrio” en el cuerpo
humano saludable. Cuando se “desequilibran” aparece la enfermedad.
III. Un nivel energético “normal” (NEN)
indica que el organismo se encuentra a un pH cercano a siete (como el del
agua). En estas condiciones no se pueden desarrollar microorganismos patógenos.
IV. Cuando los “pares” están
“desequilibrados”, en el polo sur (ambiente ácido) se concentrarán virus y hongos.
En el norte (ambiente alcalino) harán lo propio bacterias y parásitos.
V. Entre los focos de virus (ambiente
ácido) y bacterias (ambiente alcalino) se produce una comunicación a distancia
en forma de ondas electromagnéticas o “comunicación de electrones”, denominada
biorresonancia magnética, la cual permite una retroalimentación “energética”
entre dichos focos produciendo un aumento de microorganismos patógenos y una
potenciación en su virulencia.
VI. Basándose en la “ley universal de
cargas” la despolarización (es decir, el acto de equilibrar a los “pares”) se
conseguirá aplicando un campo magnético de polaridad contraria a la del campo
“bioenergético” producido por el organismo enfermo. Es decir, se utilizarían
imanes para atraer iones de hidrógeno, o radicales libres de polaridad opuesta,
hacia el exterior del organismo.
VII. Si un órgano en el cuerpo tiene pH
ácido (polaridad sur) entonces se colocará un imán con polaridad norte para
compensar la “carga”. Pero al tenerse “pares”, se debe colocar un imán con
polaridad sur en la zona correspondiente. Existen más de 250 “pares” magnéticos
bien identificados.
VIII. Todas las enfermedades son
producidas por virus, bacterias, hongos y parásitos debido a su proliferación
cuando un organismo está en “desequilibrio magnético” (pH ácido y alcalino).
IX. La acidez provocará el acortamiento
de una de las piernas del paciente y la alcalinidad provocará su distensión.
Esto es visible cuando la persona se acuesta con los pies juntos.
X. En el diagnóstico se utiliza la
“respuesta corporal inteligente”. Se le pregunta a la “inteligencia del cuerpo”
lo que necesita a través de un diálogo “binario”. A esta forma de obtener
respuestas se le llama “kinesiología”. Se acuesta a la persona con los pies
juntos. Si las piernas tienen la misma longitud, hay equilibrio energético, si
no, hay desequilibrio (casi todos los pacientes están en desequilibrio).
Después se le pregunta al “ser superior” de la persona si desea ser ayudado.
Para que el “ser superior” responda “sí”, las piernas se igualarán en longitud.
Para el “no” las piernas se desemparejarán. Esta forma de comunicación
permitirá conocer “el estado” de cada “par” del cuerpo.
XI. Normalmente se colocarán los imanes
orientados hacia el polo norte en el lado derecho del cuerpo, y hacia el sur
para el izquierdo. Se debe confirmar esta colocación preguntando al “ser
superior” del paciente.
XII. El par biomagnético es una terapia
“efectiva y real” basada en “conceptos científicos” y sustentada por miles de
casos en el mundo de pacientes que han sanado o mejorado de graves enfermedades
consideradas antes incurables (cáncer y sida).
Quizá lo primero que habría que preguntar
a los terapeutas del «biomagnetismo médico» es, qué entienden por magnetismo.
Por lo que leí en las páginas de Internet correspondientes y en algunos blogs,
no tienen ni la menor idea. Trataré de explicarlo y rebatiré, en lo posible, los
postulados de esta curiosa «terapia».
Como sabemos, la materia está
constituida por átomos que a su vez están formados por protones, neutrones, en
el núcleo, y electrones, alrededor del núcleo. Los electrones tienen un
comportamiento ondulatorio alrededor del núcleo (dualidad onda/partícula).
Estas partículas tienen una masa mil veces menor que las partículas del núcleo
y tienen una carga eléctrica negativa. El protón por su parte, tiene la misma
magnitud de carga eléctrica del electrón aunque positiva, y el neutrón, como su
nombre lo indica, es neutro. Por lo tanto existe una fuerza electrostática de
atracción entre la carga positiva del núcleo y la carga negativa de la nube
electrónica.
Debido a que los electrones se mueven
alrededor del núcleo del átomo, cada uno genera un momento angular
perpendicular al plano orbital, y su dirección depende del sentido de giro.
Como una carga eléctrica en movimiento produce una corriente eléctrica, ésta
genera a su vez un campo magnético. Tal dirección del momento angular del
electrón es uno de los números cuánticos del átomo que se llama: número cuántico magnético: ml.
Un campo magnético externo podría alinear, hasta cierto punto, los campos
magnéticos producidos por dichos nanocircuitos eléctricos. Este fenómeno recibe
el nombre de cuantización espacial.
Toda la materia del universo tiene como
constituyente al electrón, por lo tanto, toda la materia podría ser magnética
si todos los momentos angulares de los electrones se alinearan y se sumaran para
obtener un campo magnético total. Pero esto no sucede así porque la dirección
de los momentos angulares de casi toda la materia es azarosa, es decir, se
anulan, dando por resultado un campo magnético total igual a cero. De cualquier
manera, si a un trozo de materia se le aplica un campo magnético muy intenso,
algunos de sus momentos angulares electrónicos se alinearían y se podría
inducir en él un campo magnético de menor intensidad.
Existen materiales, denominados
ferromagnéticos, que se caracterizan por tener una parte de sus momentos
angulares parcialmente alineados. Estos son: hierro, cobalto, níquel, entre
otros. Esta propiedad causa que, cuando se les induce un campo magnético, debido
a un campo magnético externo, éste resulta ser intenso. Asimismo, hay
materiales que sin necesidad de un campo magnético externo desarrollan un campo
magnético propio, como sucede con la magnetita, el cual es un imán
natural (posee aún un mayor acoplamiento de momentos angulares que ocasiona tal
campo magnético natural).
Hay que añadir que el magnetismo es de
naturaleza dipolar: siempre hay dos polos separados por una distancia finita
(polos norte y sur). Si se partiera a la mitad un imán de barra,
instantáneamente las mitades tendrían su polo norte y su polo sur respectivos
(esta propiedad se extiende hasta los campos magnéticos atómicos). Hasta el
momento no se ha descubierto el monopolo magnético. Su descubrimiento daría
lugar al concepto de carga magnética, tal y como ocurre con la carga eléctrica.
Por lo tanto, es incorrecto proponer un campo magnético generado por sólo un
polo magnético.
Me parece que con lo anterior es
suficiente para rebatir los postulados del «biomagnetismo médico». Comencemos
pues.
|
Mujer en terapia con imanes (www.terapiadebiomagnetismo.com) |
El cuerpo humano, bajo condiciones
ambientales normales, no podría tomarse como un imán porque, como ya vimos, la
mayor parte de la materia (tejido biológico en este caso) no genera por sí
misma un campo magnético. Si acaso el cerebro humano, siendo un órgano con un
gasto energético muy alto, podría generar los campos magnéticos más grandes del
cuerpo debido a las señales eléctricas que dan lugar a la comunicación entre
las neuronas. La técnica de magnetoencefalografía (MEG) detecta los campos
magnéticos producidos que están en el orden de los picoTeslas (10-12 Teslas
= 10-8 Gauss, donde Tesla es la unidad de magnetismo en el
sistema internacional de unidades y Gauss lo es en el sistema cegesimal de
unidades). Es decir, el campo magnético de la Tierra (1 Gauss) sería cien millones
de veces mayor que los campos magnéticos cerebrales (como comparación, el campo
magnético de los imanes convencionales está en el orden de los 1000 Gauss = 0.1
Teslas).
Un cuerpo humano sólo podría comportarse
como un imán si se le aplicara un campo magnético muy intenso (el campo
resultante sería inducido). De hecho, ya se ha logrado que algunas ranas
leviten gustosamente (creen que están flotando en el agua) debido a la fuerza
magnética. A este fenómeno se le denomina diamagnetismo. Así que, bajo las
condiciones cotidianas de la vida, nuestros cuerpos no se comportan como
imanes. Por lo tanto, hablar de 250 «pares» magnéticos macroscópicos en el
cuerpo humano carece de sentido. Aun así, si en un momento dado, existiera un
campo magnético en alguna región del cuerpo, su magnitud sería de menos de
una mil millonésima parte de la del campo de un imán convencional. De manera
evidente, «equilibrar» este campo magnético corporal con el campo de un imán
convencional es totalmente absurdo.
Más adelante, hay un postulado que dice
que en un ambiente acuoso a un pH de 7.0 no hay desarrollo de microorganismos
patógenos. Esto es falso. De hecho, la mayor parte de los organismos patógenos
(y no patógenos) se desarrollan alrededor de este valor. Más bien los ambientes
ácidos (pH bajo) o alcalinos (pH alto) limitan su proliferación. Tan sólo este
argumento echaría por tierra la terapia del biomagnetismo médico.
Por otra parte, los terapeutas del
biomagnetismo mencionan que un ambiente ácido (con una proliferación de iones
hidrógeno H+) genera un polo sur (positivo) y a su vez el ambiente
alcalino genera un polo norte (negativo) del «par magnético». Además, añaden
que para equilibrar dicho «par», se debe colocar en el polo sur un imán con
polaridad norte y en el polo norte un imán con polaridad sur, el objetivo,
dicen, es «retirar» el exceso de «carga» que está produciendo tal
desequilibrio. La confusión es mayúscula: los terapeutas confunden un campo
magnético con un campo eléctrico. Lo peor es que escriben con orgullo que se
están basando en la «ley universal de cargas». Otra vez, los monopolos
magnéticos no existen.
Por último, en la sección donde los
autores hablan de la «biorresonancia» magnética, explican que los «focos»
ácidos y alcalinos del «par» (de axila a axila, por ejemplo) se comunican
mediante «ondas electromagnéticas». Si ellos no saben lo que es un imán, menos
saben lo que es una onda electromagnética. Peor resulta cuando añaden que los
pares también se comunican a distancia mediante «electrones» (¡para que un haz
de electrones pudiera transmitir a distancia cierta información, tendría que
estar en condiciones de vacío!). Por lo tanto, la «retroalimentación energética
entre los focos» y el consiguiente «aumento de microorganismos patógenos y una
potenciación en su virulencia» que dicha «retroalimentación» genera es una
mezcla alegre y facilona de conceptos científicos tomados de aquí y de allá.
Creo que está de más escribir sobre la
manera en que se diagnostica (de hecho, si hubiera comenzado desde aquí, no
habría habido necesidad de refutar los primeros postulados).
Este tipo de terapias alternativas sólo
engañan a las personas que, quizá con desesperación, buscan curarse de alguna
enfermedad. Sus resultados no van más lejos que los de un efecto placebo.
Supongo que hay un mercado que genera mucho dinero por el pago de consultas,
cursos y terapias. El «biomagnetismo médico» es un fraude, una charlatanería.
Como sucede siempre en estos casos, los defensores de esta terapia arguyen que
las poderosas corporaciones farmacéuticas no permiten el desarrollo de las
terapias alternativas por temor a perder su fuerza económica y su
"control" en el mundo, lo cual es una justificación barata y simplista.
El deseo compulsivo de estas terapias de legitimarse «científicamente», hace
mucho daño porque caricaturiza la medicina basada en evidencias. Además, lo más
grave, es que personas enfermas podrían estar tomando este tipo de terapias en
lugar de aquella que sí funciona ¡Cuidado con este tipo de terapias!