miércoles, 10 de junio de 2015

Julián Carrillo: el científico musical

Al escuchar música de Johann S. Bach, Mozart o Tchaikovsky ‒por mencionar algunos de los más geniales compositores‒ o ciertas bellas piezas de música popular, podemos percibir una secuencia rítmica de sonidos y silencios con tal armonía, que nos resulta muy grata al oído. A través de los siglos, por lo menos en Occidente, hemos estado imbuidos en música basada en las siete notas de la escala heptatónica de los antiguos griegos. Quizá tal circunstancia nos provoque cierta dificultad para disfrutar música de otros sistemas musicales: el oriental, el de algunas regiones de Europa del este ‒Hungría o Rusia‒, el de Medio Oriente, entre otros.
Partitura autógrafa de J. S. Bach
Los sonidos estandarizados del sistema musical occidental: el pitagórico, primero, y después el temperado ‒comenzado a utilizar por J. S. Bach‒ fueron elegidos en forma arbitraria pero basados en el hecho físico de que dos sonidos tocados simultáneamente resultan agradables cuando el cociente entre sus frecuencias es un número entero (cabe mencionar, que en ambos sistemas hay cierto error en las frecuencias de los tonos). La elección de los tonos intermedios resultaron ser doce ‒tomando en cuenta los semitonos‒ para dar lugar a una octava, que es la distancia entre un tono y el siguiente (con el doble ‒o la mitad, si se baja en la escala‒ de frecuencia). Los sonidos producidos fuera del sistema musical clásico se debe, bien a la desafinación o a la peculiaridad propia de los instrumentos (violín, cello o bajo), o a una configuración acústica no convencional.
En el umbral entre los siglos XIX y XX, algunos músicos se percataron de que podían crear otros sonidos bien diferenciados a partir de la división sistemática de una cuerda (como la del violín). Al provenir éstos de intervalos entre ciertos tonos, se propuso que como los ‘dividían’ o ‘atomizaban’, debían adquirir el nombre de ‘microtonos’. Más adelante, al desarrollarse este campo musical adquirió el nombre de microtonalismo.
El microtonalismo o la atomización de la octava
Julián Carrillo
Dentro del microtonalismo formal, el compositor mexicano Julián Carrillo (Ahualulco, San Luis Potosí, 1875 – Cd. de México, 1965) fue uno de los pioneros y promotores más destacados. En 1895, siendo estudiante de música, vio en clase la ‘Ley de divisiones de cuerdas’ la cual dice que si una cuerda se divide en dos segmentos, cada uno sonará como la octava; si se divide en tres, sonará como la quinta, y así sucesivamente. Estando ya en casa, el joven Carrillo realizó un experimento: colocó la hoja de una navaja en el punto exacto entre las notas sol y la en la cuerda de su violín, y obtuvo dieciséis tonos bien diferenciados. A partir de ese momento, Julián Carrillo se volcaría durante toda su vida a investigar sobre los microtonos. Al intervalo de un dieciseisavo de tono le nombró Sonido 13 porque los tonos totales de una octava son doce. Al utilizar dieciseisavos de tono, pudo diferenciar 96 sonidos por octava (aunque en realidad logró reconocer 4640 sonidos distintos). Más adelante, el compositor amplió el nombre de Sonido 13 para todo su sistema microtonal.
Julián Carrillo codificó su sistema microtonal en una escritura que pudiera facilitar su aprendizaje y posterior interpretación. Dándose cuenta de la necesidad de tener instrumentos adecuados para sus composiciones, diseñó pianos valiéndose de sus cada vez más profundos conocimientos en física y matemáticas. En 1940 patentó 15 pianos ‘metamorfoseados’ para cada intervalo de tono (desde tonos enteros hasta dieciseisavos de tono). En 1958, ya con los pianos construidos, los presentó en la exposición mundial de Bruselas, donde fue galardonado con la medalla de oro. También construyó arpas, flautas, violoncellos y guitarras adecuados al sistema microtonal. En 1947, Julián Carrillo estableció la tesis acerca de dividir la cuerda mediante un corte o un nodo, donde éste último no establece el microtono exacto ya que reduce la longitud de la cuerda. Al parecer, sus investigaciones autofinanciadas le valieron la nominación al premio Nobel de Física en 1950 (el galardonado de ese año fue el científico británico Cecil Frank Powell por el desarrollo de un sistema de detección de procesos nucleares).
Representación de los tonos en una octava y su equivalencia en el sonido 13.

Sonido 13, ¿revolución musical?
Julián Carrillo estaba convencido de que el Sonido 13, sería una revolución musical1. Creyó que la rigurosa correspondencia entre las matemáticas y la física en la producción de notas musicales, junto con una notación musical extraordinariamente didáctica, iban a dar una mayor consistencia a la teoría musical, lo cual derivaría en una mayor creatividad musical basada en insospechadas combinaciones microtonales. Asimismo, pensó que la aceptación y masificación de su sistema musical sería cuestión de algunas décadas, pero en la actualidad, podemos ver que el sistema musical clásico sigue vigorosamente vigente. ¿Qué ocurrió entonces?
Algunos críticos mencionan que el Sonido 13 fue un fracaso; que los propósitos de su creador tenían características mesiánicas2, que si Julián Carrillo se hubiera dedicado a la composición clásica, habría sido un compositor extraordinario; que se obsesionó por un sistema musical sin futuro.
Piano metamorfoseado
Considero que si bien el Sonido 13 no fue la revolución que Julián Carrillo esperaba, él mismo fue un revolucionario de la música por haber evidenciado discrepancias en la música convencional: falta de correspondencia entre la física y las matemáticas. En consecuencia, desarrolló un sistema musical congruente y riguroso. A lo largo de su carrera, cosechó múltiples premios y reconocimientos internacionales que avalaron el alcance de sus ideas (dentro de los cuales destacan la condecoración como Caballero de la legión de Honor en Francia, en 1956, el otorgamiento en Alemania de la Gran Cruz de la Orden del Mérito, el premio Sibelius de Finlandia y la nominación al premio Nobel). Asimismo, tuvo seguidores y admiradores en todo el mundo (como el compositor francés Jean-Éttiene Marie y el director de orquesta británico Leopold Stokowsky). Pero si Julián Carrillo fue un revolucionario extraordinario, ¿por qué su sistema musical no trascendió como él lo esperaba?
Una mente científica
Cuando se detecta cierta discrepancia en una teoría científica (sobre todo en las ciencias naturales), se hace un gran esfuerzo por tratar de ajustarla a los nuevos resultados. Si esto no es posible, la teoría podría abandonarse para que otra, más general y sólida, pueda explicarlos totalmente. La mente de científico de Julián Carrillo hizo que pudiera reconocer discrepancias en el sistema musical clásico y trató de eludirlas desarrollando otro sistema musical más riguroso y general. El problema fue que no tuvo el impacto global proyectado. En ciencias, un hallazgo comparable a lo que hizo Carrillo, habría cambiado con profundidad los cimientos científicos, mas la música no es una ciencia, es un arte sustentado en la más profunda subjetividad.
La música, como cualquier otra actividad artística, es un lenguaje en el que se describe la sociedad en cierto tiempo y espacio: los cambios o ismos en el arte están íntimamente ligados a los cambios sociales que son incuantificables desde un enfoque científico y objetivo. No es muy difícil entender cómo un proyecto musical, como el del Sonido 13, con un notable componente de objetividad, se haya diluido en un mar de subjetividades estéticas. En la actualidad, este sistema musical sigue cultivándose pero sólo como uno más de muchos otros estilos musicales.
Consideraciones finales
Con respecto a las críticas a Julián Carrillo, su visión ‘mesiánica’ se desmonta al entender el enfoque científico que él utilizó ante una discrepancia del sistema musical clásico. Y sí, sin duda habría sido un extraordinario compositor clásico (su talento fue muy reconocido desde su juventud) pero su mente inquieta, podríamos decir «renacentista», no se habría conformado sólo con ello. Julián Carrillo, necesitaba experimentar, diseñar y crear en contra de las convencionalidades que él percibía limitadas y erróneas.
Julián Carrillo, además de haber escrito libros de teoría musical, tratados de armonía, de orquestación y de solfeo, compuso obras como, Sonata casi fantasía ‒en cuartos, octavos y dieciseisavos de tono‒, Horizontes ‒poema sinfónico para violín, cello y arpa en cuartos, octavos y dieciseisavos de tono‒, Balbuceos ‒para piano en dieciseisavos de tono‒, entre otras obras. Cabe mencionar que la violoncellista mexicana Jimena Giménez Cacho en 2005-2006 estrenó en México las seis sonatas para violoncello solo, en cuartos de tono, que tuvo como uno de los objetivos principales, la difusión de la música de Julián Carrillo en su propio país, donde es prácticamente un desconocido3.
Sin lugar a dudas, el compositor mexicano Julián Carrillo, fue un artista fuera de serie; una mente renacentista; un músico científico o un científico musical.

Balbuceos para piano metamorfoseado. Julián Carrillo 
Referencias
1. Julián Carrillo. La revolución del Sonido 13, 1934. 


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