Al escuchar música de Johann S. Bach, Mozart o Tchaikovsky ‒por
mencionar algunos de los más geniales compositores‒ o ciertas bellas piezas de
música popular, podemos percibir una secuencia rítmica de sonidos y silencios con tal armonía, que nos resulta muy grata al oído. A través de los siglos, por
lo menos en Occidente, hemos estado imbuidos en música basada en las siete
notas de la escala heptatónica de los antiguos griegos. Quizá tal circunstancia
nos provoque cierta dificultad para disfrutar música de
otros sistemas musicales: el oriental, el de algunas regiones de Europa
del este ‒Hungría o Rusia‒, el de Medio Oriente, entre otros.
Partitura autógrafa de J. S. Bach |
Los sonidos estandarizados del sistema musical occidental: el
pitagórico, primero, y después el temperado ‒comenzado a utilizar por J. S.
Bach‒ fueron elegidos en forma arbitraria pero basados en el hecho físico de
que dos sonidos tocados simultáneamente resultan agradables cuando el cociente
entre sus frecuencias es un número entero (cabe mencionar, que en ambos
sistemas hay cierto error en las frecuencias de los tonos). La elección de los
tonos intermedios resultaron ser doce ‒tomando en cuenta los semitonos‒ para
dar lugar a una octava, que es la distancia entre un tono y el siguiente (con
el doble ‒o la mitad, si se baja en la escala‒ de frecuencia). Los sonidos
producidos fuera del sistema musical clásico se debe, bien a la desafinación o
a la peculiaridad propia de los instrumentos (violín, cello o bajo), o a una
configuración acústica no convencional.
En el umbral entre los siglos XIX y XX, algunos músicos se percataron de
que podían crear otros sonidos bien diferenciados a partir de la división
sistemática de una cuerda (como la del violín). Al provenir éstos de intervalos
entre ciertos tonos, se propuso que como los ‘dividían’ o ‘atomizaban’, debían
adquirir el nombre de ‘microtonos’. Más adelante, al desarrollarse este campo musical
adquirió el nombre de microtonalismo.
El microtonalismo o la atomización de la octava
Julián Carrillo |
Dentro del microtonalismo formal, el compositor mexicano Julián Carrillo
(Ahualulco, San Luis Potosí, 1875 – Cd. de México, 1965) fue uno de los
pioneros y promotores más destacados. En 1895, siendo estudiante de música, vio
en clase la ‘Ley de divisiones de cuerdas’ la cual dice que si una cuerda se
divide en dos segmentos, cada uno sonará como la octava; si se divide en tres,
sonará como la quinta, y así sucesivamente. Estando ya en casa, el joven
Carrillo realizó un experimento: colocó la hoja de una navaja en el punto
exacto entre las notas sol y la en la cuerda
de su violín, y obtuvo dieciséis tonos bien diferenciados. A partir de ese
momento, Julián Carrillo se volcaría durante toda su vida a investigar sobre los
microtonos. Al intervalo de un dieciseisavo de tono le nombró Sonido 13 porque
los tonos totales de una octava son doce. Al utilizar dieciseisavos de tono,
pudo diferenciar 96 sonidos por octava (aunque en realidad logró reconocer 4640
sonidos distintos). Más adelante, el compositor amplió el nombre de Sonido 13
para todo su sistema microtonal.
Julián Carrillo codificó su sistema microtonal en una escritura que
pudiera facilitar su aprendizaje y posterior interpretación. Dándose cuenta de
la necesidad de tener instrumentos adecuados para sus composiciones, diseñó
pianos valiéndose de sus cada vez más profundos conocimientos en física y
matemáticas. En 1940 patentó 15 pianos ‘metamorfoseados’ para cada intervalo de
tono (desde tonos enteros hasta dieciseisavos de tono). En 1958, ya con los
pianos construidos, los presentó en la exposición mundial de Bruselas, donde
fue galardonado con la medalla de oro. También construyó arpas, flautas,
violoncellos y guitarras adecuados al sistema microtonal. En 1947, Julián
Carrillo estableció la tesis acerca de dividir la cuerda mediante un corte o
un nodo, donde éste último no establece el microtono exacto ya que reduce la
longitud de la cuerda. Al parecer, sus investigaciones autofinanciadas le
valieron la nominación al premio Nobel de Física en 1950 (el galardonado de ese
año fue el científico británico Cecil Frank Powell por el desarrollo de un
sistema de detección de procesos nucleares).
Representación de los tonos en una octava y su equivalencia en el sonido 13. |
Sonido 13, ¿revolución musical?
Julián Carrillo estaba convencido de que el Sonido 13, sería una
revolución musical1. Creyó que la rigurosa
correspondencia entre las matemáticas y la física en la producción de notas
musicales, junto con una notación musical extraordinariamente didáctica, iban a
dar una mayor consistencia a la teoría musical, lo cual derivaría en una mayor
creatividad musical basada en insospechadas combinaciones microtonales. Asimismo,
pensó que la aceptación y masificación de su sistema musical sería cuestión de
algunas décadas, pero en la actualidad, podemos ver que el sistema musical
clásico sigue vigorosamente vigente. ¿Qué ocurrió entonces?
Algunos críticos mencionan que el Sonido 13 fue un fracaso; que los
propósitos de su creador tenían características mesiánicas2, que si Julián Carrillo se hubiera
dedicado a la composición clásica, habría sido un compositor extraordinario; que se obsesionó por un sistema musical sin futuro.
Piano metamorfoseado |
Considero que si bien el Sonido 13 no fue la revolución que Julián
Carrillo esperaba, él mismo fue un revolucionario de la música por haber
evidenciado discrepancias en la música convencional: falta de correspondencia
entre la física y las matemáticas. En consecuencia, desarrolló un sistema
musical congruente y riguroso. A lo largo de su carrera, cosechó múltiples
premios y reconocimientos internacionales que avalaron el alcance de sus ideas
(dentro de los cuales destacan la condecoración como Caballero de la legión de
Honor en Francia, en 1956, el otorgamiento en Alemania de la Gran Cruz de la
Orden del Mérito, el premio Sibelius de Finlandia y la nominación al premio
Nobel). Asimismo, tuvo seguidores y admiradores en todo el mundo (como el
compositor francés Jean-Éttiene Marie y el director de orquesta británico
Leopold Stokowsky). Pero si Julián Carrillo fue un revolucionario
extraordinario, ¿por qué su sistema musical no trascendió como él lo esperaba?
Una mente científica
Cuando se detecta cierta discrepancia en una teoría científica (sobre
todo en las ciencias naturales), se hace un gran esfuerzo por tratar de
ajustarla a los nuevos resultados. Si esto no es posible, la teoría podría
abandonarse para que otra, más general y sólida, pueda explicarlos totalmente. La mente de científico de Julián Carrillo hizo que pudiera reconocer discrepancias en el sistema musical clásico y trató de eludirlas
desarrollando otro sistema musical más riguroso y general. El problema fue que no
tuvo el impacto global proyectado. En ciencias, un hallazgo comparable a lo que
hizo Carrillo, habría cambiado con profundidad los cimientos científicos, mas la música no es una ciencia, es un arte sustentado en la más profunda subjetividad.
La música, como cualquier otra actividad artística, es un lenguaje en el
que se describe la sociedad en cierto tiempo y espacio: los cambios o ismos en
el arte están íntimamente ligados a los cambios sociales que son
incuantificables desde un enfoque científico y objetivo. No es muy difícil
entender cómo un proyecto musical, como el del Sonido 13, con un notable componente de objetividad, se haya diluido en un mar de subjetividades
estéticas. En la actualidad, este sistema musical sigue cultivándose pero sólo como uno más de muchos otros estilos musicales.
Consideraciones finales
Con respecto a las críticas a Julián Carrillo, su visión ‘mesiánica’ se
desmonta al entender el enfoque científico que él utilizó ante una discrepancia
del sistema musical clásico. Y sí, sin duda habría sido un extraordinario
compositor clásico (su talento fue muy reconocido desde su juventud) pero su
mente inquieta, podríamos decir «renacentista», no se habría conformado sólo
con ello. Julián Carrillo, necesitaba experimentar, diseñar y crear en contra
de las convencionalidades que él percibía limitadas y erróneas.
Julián Carrillo, además de haber escrito libros de teoría musical,
tratados de armonía, de orquestación y de solfeo, compuso obras como, Sonata
casi fantasía ‒en cuartos, octavos y dieciseisavos de tono‒, Horizontes ‒poema
sinfónico para violín, cello y arpa en cuartos, octavos y dieciseisavos de
tono‒, Balbuceos ‒para piano en dieciseisavos de tono‒, entre
otras obras. Cabe mencionar que la violoncellista mexicana Jimena Giménez Cacho
en 2005-2006 estrenó en México las seis sonatas para violoncello solo, en
cuartos de tono, que tuvo como uno de los objetivos principales, la difusión de
la música de Julián Carrillo en su propio país, donde es prácticamente un
desconocido3.
Sin lugar a dudas, el compositor mexicano Julián Carrillo, fue un
artista fuera de serie; una mente renacentista; un músico científico o un
científico musical.
Balbuceos para piano metamorfoseado. Julián Carrillo
Referencias
1. Julián
Carrillo. La revolución del Sonido 13, 1934.
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