El Pensador, de Aguste Rodin. |
La posibilidad de cuantificar objetos, estimar áreas o volúmenes, medir masas,
y con mayor sofisticación, predecir fenómenos naturales o analizar variables
económicas, ha motivado al hombre a medir también ciertas características
inherentes a su propia naturaleza: la inteligencia. El problema es
que aún no se tiene una definición satisfactoria. Hay sólo ciertas
aproximaciones como la siguiente que suscribieron 52 investigadores en 1994 1:
La inteligencia es una capacidad mental muy general que, entre otras
cosas, implica la habilidad de razonar, planear, resolver problemas, pensar de
manera abstracta, comprender ideas complejas, aprender rápidamente y aprender
de la experiencia. No es un solo aprendizaje de los libros, ni una habilidad
estrictamente académica, ni un talento para superar pruebas. Más bien, el
concepto se refiere a aprender del propio entorno.
Pero, ¿es posible medir la inteligencia a partir de múltiples
habilidades que son incuantificables? Es decir, nosotros no podríamos decir que nuestra habilidad
para tocar piano, o nadar, es hoy 17.5% mayor de lo que fue hace un mes. Tampoco
podría decirse que el aprendizaje de nuestro entorno tiene X puntos hoy, mayor, o menor, que el que tenía hace tres años. ¿Realmente podemos medir la inteligencia sin un
criterio subjetivo?
Psicólogos, neurólogos, biólogos, científicos formales, entre otros,
continúan elaborando definiciones de la inteligencia sin lograr un consenso
absoluto. Incluso se han realizado definiciones tan circulares y pragmáticas
como la siguiente del físico estadounidense Percy William Bridgman: la
inteligencia es lo que miden las pruebas de inteligencia.
Las pruebas de cociente intelectual
Cocientes intelectuales (CI) de una población representados en una distribución normal (campana de Gauss). |
A comienzos del siglo XX, los psicólogos franceses Alfred Binet y
Theodóre Simon, elaboraron una prueba para medir la “edad mental”, la cual fue
el antecedente de las pruebas para medir la inteligencia. En 1905 publicaron
una escala que se denominó “Binet-Simon”. El psicólogo
alemán William Stern por su parte, utilizó por vez primera estas pruebas en 1912, en las cuales obtuvo
los cocientes intelectuales (CI, división entre la “edad mental” y la “edad
cronológica” multiplicado por 100) de un grupo de niños.
Desde entonces, se han desarrollado diferentes pruebas de CI, como la basada
en la escala Wechsler, creada por el psicólogo estadounidense William Wechsler
(1896-1981). El puntaje obtenido suele proyectarse en una campana de Gauss con
un valor central de 100 (inteligencia media) y una desviación estándar de 15.
Las puntuaciones arriba y debajo de 100 indican inteligencias por arriba y por
debajo de la media. Curiosamente, a partir de las primeras pruebas realizadas,
se ha visto un incremento promedio de tres puntos por década en algunas
poblaciones. A este fenómeno se le conoce como efecto Flynn (documentado por el
investigador neozelandés James R. Flynn). No se conoce aún una explicación
satisfactoria de este fenómeno.
Estas pruebas de inteligencia (o pruebas psicométricas) han tenido muchas
críticas debido a que en general, sólo miden la memoria y las capacidades
verbal, lógica-matemática y espacial del individuo. Se piensa que tales
habilidades serían incapaces de representar cabalmente la inteligencia. Por
ejemplo, un científico natural estaría convencido de que el físico británico
Paul Dirac (científico de primer orden en su área de conocimiento) fue un genio
a pesar de que careció de una cultura general “aceptable”, aunado a serios
problemas de sociabilización. De hecho, un hábil y sociable político podría haber
dicho ‒desde su perspectiva‒ que Dirac fue un hombre poco inteligente.
A pesar de que Paul Dirac hubiera podido obtener sin dificultad un
puntaje muy alto en las pruebas de CI, ¿qué habría pasado si le hubieran aplicado
pruebas equivalentes en un área de habilidades sociales, por ejemplo? Quizá su
evaluación habría resultado por debajo de la media.
Las inteligencias múltiples
Howard Gardner |
Quien rompió con el paradigma del CI, fue el psicólogo estadounidense
Howard Gardner. En su libro “Las estructuras de la mente” (1983) estableció que
la inteligencia no podía ser medida por pruebas normalizadas. Propuso varios
tipos de inteligencia en un mismo nivel de importancia, esto es, las
inteligencias lingüística, lógica-matemática, musical, espacial,
corporal-cinestésica, intrapersonal, e interpersonal. Años más tarde, adicionó
las inteligencias naturalista y existencial (o filosófica).
Dentro del enfoque de Gardner, tal diversidad de inteligencias imposibilita
una cuantificación general: sería necesario evaluar cada una cualitativa y
cuantitativamente (en el caso lógico-matemático) para reportar un perfil
aproximado del rendimiento del individuo. Quizá dicho perfil podría representar
mejor la inteligencia real de las personas que el puntaje obtenido en una
prueba de CI convencional.
Vigencia de las pruebas de inteligencia
A pesar de sus inconvenientes, las pruebas psicométricas siguen utilizándose debido a que suelen obtener correlaciones
significativas entre el puntaje obtenido y el “éxito” o “estabilidad” de una
persona dentro de un entorno escolar o laboral; sin embargo, desde un enfoque
epistemológico no se satisfacen los criterios mínimos como para afirmar que
efectivamente lo que se está midiendo es la inteligencia.
Reactivo de una prueba de CI con matrices de Raven |
Asimismo, el sesgo cultural que poseen las pruebas de CI es otro de los
puntos más cuestionables. No es lo mismo aplicar una prueba de CI a un
habitante promedio de la ciudad de Lima o Los Ángeles que a un indígena amazónico
o a un aborigen australiano. Lo más probable es que el limeño y el neoyorkino
puntúen más alto debido a su formación académica-cultural más occidental
(origen de este tipo de pruebas). Para evitarlo, se han diseñado pruebas de CI
“independientes” de la cultura y la lengua, cuyos reactivos son sólo figuras, o
matrices 2X2 o 3X3 (creadas por John C. Raven en 1938), a las que les hace
falta un elemento que se puede elegir entre varias opciones.
Cualquier intento de medir la inteligencia dentro de una determinada
cultura posee ya un sesgo. Además, aún en la misma cultura, la clase
socioeconómica tiene un impacto en el puntaje. Evidentemente, las personas
pertenecientes a una clase con más privilegios obtendrían los mejores
resultados debido a que a lo largo de sus vidas han recibido mejor atención
médica y mayor formación académica. Tal situación, a través de los años, ha
generado malentendidos y prejuicios sobre la presunta superioridad “intelectual”
de ciertas culturas o “razas” que se han visto en mejores circunstancias
económicas.
Consideraciones finales
Ante la imposibilidad de cuantificar totalmente la inteligencia humana,
la investigación sobre qué es la inteligencia y cómo medirla, continúa. Es un
tema muy complejo que suscita mucha polémica. Al parecer, las pruebas
psicométricas para obtener el CI seguirán adelante por su valor práctico, pero
sería saludable ser escépticos sobre su capacidad de medir la inteligencia.
Una situación que me parece curiosa, es que hay sociedades conformadas
por personas con un CI arriba de cierto puntaje (por lo regular arriba de 130,
siendo la media 100) que suelen denominarse superdotados (como la sociedad MENSA). La estructura de estas organizaciones gira en torno a las pruebas de
CI. ¿Qué tan válida es su existencia ante los problemas que traen consigo las
mediciones de CI?
Por otra parte, la normalización de las pruebas de CI podría no estar
tomando en cuenta la diversidad neurológica. ¿Qué tan válido sería aplicarlas a
una persona con autismo o síndrome de Asperger? Debido al uso generalizado de
estas pruebas en el ámbito académico y laboral es necesario trabajar en pruebas
que tomen en cuenta la diversidad neurológica.
Por último, sería positivo tener más en cuenta la postura de las
inteligencias múltiples de Gardner (junto con otras nuevas posturas de orientación
similar) como una forma de valorar la enorme complejidad de la inteligencia, lo
difícil que es definirla y la imposibilidad de medirla totalmente. De hecho,
los nuevos modelos educativos basados en competencias, toman más en cuenta el
paradigma de Gardner.
1. Mainstream Science on
Intelligence. Reprinted in Gottfredson, 1997, Intelligence, p. 13.
Tienes toda la razón, que difícil es medir la inteligencia. Muy buen artículo, lo comparto. Saludos !
ResponderEliminarTienes toda la razón, que difícil es medir la inteligencia. Muy buen artículo, lo comparto. Saludos !
ResponderEliminarGracias por las palabras. Un saludo.
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