miércoles, 11 de marzo de 2015

¿Es posible medir la inteligencia?

El Pensador, de Aguste Rodin.
La posibilidad de cuantificar objetos, estimar áreas o volúmenes, medir masas, y con mayor sofisticación, predecir fenómenos naturales o analizar variables económicas, ha motivado al hombre a medir también ciertas características inherentes a su propia naturaleza: la inteligencia. El problema es que aún no se tiene una definición satisfactoria. Hay sólo ciertas aproximaciones como la siguiente que suscribieron 52 investigadores en 1994 1:
La inteligencia es una capacidad mental muy general que, entre otras cosas, implica la habilidad de razonar, planear, resolver problemas, pensar de manera abstracta, comprender ideas complejas, aprender rápidamente y aprender de la experiencia. No es un solo aprendizaje de los libros, ni una habilidad estrictamente académica, ni un talento para superar pruebas. Más bien, el concepto se refiere a aprender del propio entorno.
Pero, ¿es posible medir la inteligencia a partir de múltiples habilidades que son incuantificables? Es decir, nosotros no podríamos decir que nuestra habilidad para tocar piano, o nadar, es hoy 17.5% mayor de lo que fue hace un mes. Tampoco podría decirse que el aprendizaje de nuestro entorno tiene X puntos hoy, mayor, o menor, que el que tenía hace tres años. ¿Realmente podemos medir la inteligencia sin un criterio subjetivo?
Psicólogos, neurólogos, biólogos, científicos formales, entre otros, continúan elaborando definiciones de la inteligencia sin lograr un consenso absoluto. Incluso se han realizado definiciones tan circulares y pragmáticas como la siguiente del físico estadounidense Percy William Bridgman: la inteligencia es lo que miden las pruebas de inteligencia.
Las pruebas de cociente intelectual
Cocientes intelectuales (CI) de una población representados
en una distribución normal (campana de Gauss).
A comienzos del siglo XX, los psicólogos franceses Alfred Binet y Theodóre Simon, elaboraron una prueba para medir la “edad mental”, la cual fue el antecedente de las pruebas para medir la inteligencia. En 1905 publicaron una escala que se denominó “Binet-Simon”. El psicólogo alemán William Stern por su parte, utilizó por vez primera estas pruebas en 1912, en las cuales obtuvo los cocientes intelectuales (CI, división entre la “edad mental” y la “edad cronológica” multiplicado por 100) de un grupo de niños.
Desde entonces, se han desarrollado diferentes pruebas de CI, como la basada en la escala Wechsler, creada por el psicólogo estadounidense William Wechsler (1896-1981). El puntaje obtenido suele proyectarse en una campana de Gauss con un valor central de 100 (inteligencia media) y una desviación estándar de 15. Las puntuaciones arriba y debajo de 100 indican inteligencias por arriba y por debajo de la media. Curiosamente, a partir de las primeras pruebas realizadas, se ha visto un incremento promedio de tres puntos por década en algunas poblaciones. A este fenómeno se le conoce como efecto Flynn (documentado por el investigador neozelandés James R. Flynn). No se conoce aún una explicación satisfactoria de este fenómeno.
Estas pruebas de inteligencia (o pruebas psicométricas) han tenido muchas críticas debido a que en general, sólo miden la memoria y las capacidades verbal, lógica-matemática y espacial del individuo. Se piensa que tales habilidades serían incapaces de representar cabalmente la inteligencia. Por ejemplo, un científico natural estaría convencido de que el físico británico Paul Dirac (científico de primer orden en su área de conocimiento) fue un genio a pesar de que careció de una cultura general “aceptable”, aunado a serios problemas de sociabilización. De hecho, un hábil y sociable político podría haber dicho ‒desde su perspectiva‒ que Dirac fue un hombre poco inteligente.
A pesar de que Paul Dirac hubiera podido obtener sin dificultad un puntaje muy alto en las pruebas de CI, ¿qué habría pasado si le hubieran aplicado pruebas equivalentes en un área de habilidades sociales, por ejemplo? Quizá su evaluación habría resultado por debajo de la media.
Las inteligencias múltiples
Howard Gardner
Quien rompió con el paradigma del CI, fue el psicólogo estadounidense Howard Gardner. En su libro “Las estructuras de la mente” (1983) estableció que la inteligencia no podía ser medida por pruebas normalizadas. Propuso varios tipos de inteligencia en un mismo nivel de importancia, esto es, las inteligencias lingüística, lógica-matemática, musical, espacial, corporal-cinestésica, intrapersonal, e interpersonal. Años más tarde, adicionó las inteligencias naturalista y existencial (o filosófica).
Dentro del enfoque de Gardner, tal diversidad de inteligencias imposibilita una cuantificación general: sería necesario evaluar cada una cualitativa y cuantitativamente (en el caso lógico-matemático) para reportar un perfil aproximado del rendimiento del individuo. Quizá dicho perfil podría representar mejor la inteligencia real de las personas que el puntaje obtenido en una prueba de CI convencional.
Vigencia de las pruebas de inteligencia
A pesar de sus inconvenientes, las pruebas psicométricas siguen utilizándose debido a que suelen obtener correlaciones significativas entre el puntaje obtenido y el “éxito” o “estabilidad” de una persona dentro de un entorno escolar o laboral; sin embargo, desde un enfoque epistemológico no se satisfacen los criterios mínimos como para afirmar que efectivamente lo que se está midiendo es la inteligencia.
Reactivo de una prueba de CI con
matrices de Raven
Asimismo, el sesgo cultural que poseen las pruebas de CI es otro de los puntos más cuestionables. No es lo mismo aplicar una prueba de CI a un habitante promedio de la ciudad de Lima o Los Ángeles que a un indígena amazónico o a un aborigen australiano. Lo más probable es que el limeño y el neoyorkino puntúen más alto debido a su formación académica-cultural más occidental (origen de este tipo de pruebas). Para evitarlo, se han diseñado pruebas de CI “independientes” de la cultura y la lengua, cuyos reactivos son sólo figuras, o matrices 2X2 o 3X3 (creadas por John C. Raven en 1938), a las que les hace falta un elemento que se puede elegir entre varias opciones.
Cualquier intento de medir la inteligencia dentro de una determinada cultura posee ya un sesgo. Además, aún en la misma cultura, la clase socioeconómica tiene un impacto en el puntaje. Evidentemente, las personas pertenecientes a una clase con más privilegios obtendrían los mejores resultados debido a que a lo largo de sus vidas han recibido mejor atención médica y mayor formación académica. Tal situación, a través de los años, ha generado malentendidos y prejuicios sobre la presunta superioridad “intelectual” de ciertas culturas o “razas” que se han visto en mejores circunstancias económicas.
Consideraciones finales
Ante la imposibilidad de cuantificar totalmente la inteligencia humana, la investigación sobre qué es la inteligencia y cómo medirla, continúa. Es un tema muy complejo que suscita mucha polémica. Al parecer, las pruebas psicométricas para obtener el CI seguirán adelante por su valor práctico, pero sería saludable ser escépticos sobre su capacidad de medir la inteligencia.
Una situación que me parece curiosa, es que hay sociedades conformadas por personas con un CI arriba de cierto puntaje (por lo regular arriba de 130, siendo la media 100) que suelen denominarse superdotados (como la sociedad MENSA). La estructura de estas organizaciones gira en torno a las pruebas de CI. ¿Qué tan válida es su existencia ante los problemas que traen consigo las mediciones de CI?
Por otra parte, la normalización de las pruebas de CI podría no estar tomando en cuenta la diversidad neurológica. ¿Qué tan válido sería aplicarlas a una persona con autismo o síndrome de Asperger? Debido al uso generalizado de estas pruebas en el ámbito académico y laboral es necesario trabajar en pruebas que tomen en cuenta la diversidad neurológica.
Por último, sería positivo tener más en cuenta la postura de las inteligencias múltiples de Gardner (junto con otras nuevas posturas de orientación similar) como una forma de valorar la enorme complejidad de la inteligencia, lo difícil que es definirla y la imposibilidad de medirla totalmente. De hecho, los nuevos modelos educativos basados en competencias, toman más en cuenta el paradigma de Gardner.

1. Mainstream Science on Intelligence. Reprinted in Gottfredson, 1997, Intelligence, p. 13.


3 comentarios:

  1. Tienes toda la razón, que difícil es medir la inteligencia. Muy buen artículo, lo comparto. Saludos !

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  2. Tienes toda la razón, que difícil es medir la inteligencia. Muy buen artículo, lo comparto. Saludos !

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