sábado, 23 de diciembre de 2017

Mary Hobson y su inspiradora voluntad


Casi todos mis conocidos que están cerca de los 50 o 60 años los veo resignados a que, por su edad, ya no pueden aprender más. Piensan que la mejor etapa de sus vidas se ha ido; que ahora lo mejor que pueden hacer es mantener lo aprendido sin añadir nada más. No exagero al decir que aprender algo nuevo les resulta antinatural: ¿qué acaso no se aprende mejor de niño, adolescente o joven, cuando el cerebro está en su «máximo potencial»? Se preguntan a menudo.

Ciertamente, sabemos que es abrumadora la cantidad de jóvenes que aportaron de manera significativa en todas las áreas de conocimiento. En ciencias duras (como matemáticas y física), por ejemplo, los mayores logros suelen conseguirse entre los 20 y 30 años. Claro, en la juventud se tiene más energía y frescura, lo cual podría favorecer, en cierta medida, la producción de obra intelectual de elevada calidad. Pero ¿qué sucede si a una edad de 50 o 60 años se pretende estudiar a profundidad una disciplina totalmente nueva? Es decir, matricularse en una carrera, hacer un posgrado, iniciarse como artista o aprender otra lengua. Casi con unanimidad, en torno al incipiente aprendiz maduro surgiría un demoledor «¿y ya para qué?» que arrasaría cualquier ánimo.

Los ejemplos de personas que comenzaron a una edad relativamente avanzada una disciplina nueva (y con éxito) abundan, como el caso del artista uruguayo Pedro Figari (1861-1931), quien con 57 años dio rienda suelta a su creatividad pictórica; casi en la misma situación estuvo la pintora norteamericana Anna Mary Robertson Moses (1860-1961, conocida como la «abuela Moses») que comenzó a pintar a los 70 años. Por otra parte, la famosa novela Robinson Crusoe fue escrita por un primerizo Daniel Defoe (1660-1731) a la edad de 59 años; con más años aún (60 y tantos), la escritora estadounidense Laura Ingalls Wilder (1867-1957) escribió y publicó su obra. También tenemos el caso del estadístico y jubilado alemán, Thomas Royen, que a los 67 años encontró la demostración de una importante conjetura matemática (Conjetura de Correlación Gaussiana). Sin duda, la historia de todos ellos es fascinante. Pero un caso que atrapó mi atención hace poco, es el de la escritora y traductora inglesa Mary Hobson (1928).

Mary Hobson
Mary Hobson comenzó a estudiar lengua rusa a la edad de 56 años tras leer la obra cumbre del escritor ruso León Tolstoi, La Guerra y la Paz (se propuso a sí misma leerla en su lengua original). Una amiga rusa fue su primera maestra, quien además la introdujo a la obra de Aleksander Pushkin. En 1990, cuando contaba con 62 años, se matriculó en la Escuela de Estudios Eslavos y de Europa del Este del University College de Londres (UCL School of Slavonic and East European Studies). En este periodo pasó un año en la Universidad Estatal de Lingüística de Moscú, graduándose en 1994. Años después, tradujo al inglés la obra «La desgracia de ser inteligente» del escritor ruso Alexander Griboedov (1795-1829), obteniendo con ello su doctorado a los 74 años. Asimismo, tradujo la novela en verso «Eugene Onegin», de Aleksander Pushkin, la cual fue presentada en 2012 en la Universidad Estatal Pedagógica de Moscú. Cabe mencionar, que antes de su trabajo como traductora, ya había demostrado sus dotes literarias al escribir tres novelas en la primera mitad de la década de los 80: «This House is a Madhouse», «Oh Lilly», y «Poor Tom».

Mary Hobson comenta que no pudo estudiar una carrera antes de los 60 años debido a que tuvo que cuidar de su esposo aquejado de una parálisis en la mitad derecha del cuerpo (debido al desarrollo de un absceso cerebral) desde los 25 años, la cual le impedía también articular palabras. La demandante atención a su esposo más el cuidado de sus cuatro hijos la desgastaron y deprimieron al transcurrir los años. La presión que ella sintió fue tanta que terminó dejándolo (de hecho, un hijo de ellos pasó un año cuidándolo para que ella no volviera con él). Más adelante, al concluir un periodo depresivo fue que decidió prepararse y plantearse nuevas metas.

Por la extraordinaria calidad en su trabajo, Mary Hobson ha recibido premios y distinciones: en 1995 ganó el Premio Bicentenario Griboedov por la mejor traducción del libro «La desgracia de ser inteligente»; en 1999, la Asociación de Miembros Creativos de Moscú le otorgó la Medalla Pushkin; en 2010 ganó el Premio Entusiasta, auspiciado por la Fundación Nuevo Milenio; un año después, recibió el Premio Podvizhnik, en Moscú. En estos momentos, Mary Hobson está a un año de cumplir 90 años y sigue adelante con sus proyectos. En una entrevista que le realizaron este año le preguntaron: «Usted celebrará su 90º aniversario en julio, ¿cuál es el secreto de su longevidad?», ella respondió:

«Si no hubiera ido a la universidad, si hubiera desistido de aprender ruso, no sé si yo hubiera vivido tanto tiempo. El estudio mantiene la mente activa, te mantiene físicamente activo. Tiene efecto en todo. El aprendizaje de la lengua rusa me dio una vida nueva, un círculo de amigos, una manera de vivir nueva y completa. Fue la transición más grande a una nueva vida».

Creo que la historia de Mary Hobson, como la de muchos que emprendieron nuevos proyectos a edades relativamente avanzadas, es inspiradora. Ella misma, en otra entrevista, dice: «no permitas que alguien te diga que tu memoria se esfuma con la edad. Está ahí, en cantidad suficiente para lo que necesites». Claro, tener salud es primordial; sin embargo, la fuerza mental es el ingediente indispensable para cualquier logro.

Así que, amable lector, si es usted joven, adulto, maduro o anciano (no importa la edad que tenga) y tiene un proyecto, por descabellado que pudiera parecer, no deje de intentarlo: ¡llévelo a cabo! Por supuesto, hay mil circunstancias y dificultades en la vida, pero con voluntad férrea y consecuente tenacidad, todos podríamos ser capaces de alcanzar la meta. Así que ¡manos a la obra!

6 comentarios:

  1. gran testimonio, digno de imitar!! no volveré a decir que mi mente no puede, que mi memoria no me ayudaría! retomaré mis estudios de otros idiomas! sí se puede!

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  2. Es maravilloso , conocer a personas que viven intensamente dedicados a su entorno, pero mantienen intacto el deseo surgir lo cuál nos demuestra que siempre hay tiempo cuando uno decide.

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  3. Es maravilloso,como te encuentras personas con esa intensidad te crecer sin importar le edad y yo con mis cuarentay tantos sintiendome que ya no doy para más...ps ahora volveré a empezar..por reactivar mi habito a la lectura.

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    1. ¡Adelante!

      Tengo una edad cercana a la tuya, 42 años, y a veces me desanimo porque aquellos sueños de juventud van quedando atrás, pero luego te enteras que personas de 50 o 60 comenzaron a hacer lo que realmente les gusta con toda la pasión, y las energías, de manera instantánea, vuelven al cuerpo.

      Un saludo.

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