Es frecuente encontrar información sobre el supuesto daño que las
microondas ‒provenientes de móviles (celulares) y routers (Wi-Fi)‒ producen a
la salud humana. Se afirma (sin sustento), que este tipo de radiación
electromagnética ocasiona daño en tejidos y órganos (como el cerebro). Como
veremos, sólo necesitamos conocer un poco la naturaleza de la radiación
electromagnética para echar abajo estas falsas afirmaciones.
Radiación electromagnética
En 1873, el físico británico James Clerck Maxwell terminó por unificar
la electricidad y el magnetismo (fenómenos aparentemente distintos) en un solo
fenómeno: el electromagnetismo.
La radiación electromagnética consiste de ondas eléctricas y magnéticas
que se van generando mutuamente ad infinitum, a 300 mil km/h en el
vacío. Ésta consiste de un amplio espectro: ondas de radio, microondas,
rayos infrarrojos, luz visible, radiación ultravioleta (UV), rayos X y
radiación gamma. Conforme pasamos de las ondas de radio hasta la radiación
gamma, la frecuencia de oscilación de la radiación se va incrementando, y con
ella, la energía también. ¿Por qué?
El científico alemán Max Planck –padre de la mecánica cuántica–
descubrió en 1900 una constante fundamental –constante de Planck (h)–
que sirvió para estimar la unidad fundamental de energía –o cuanto– de la radiación
electromagnética: el fotón. La energía del fotón depende
de la ecuación E = hυ, donde E es la
energía, h la constante de Planck y υ la
frecuencia de oscilación. Por lo tanto, a mayor frecuencia, la energía de la
radiación electromagnética es más alta, independientemente de su intensidad (o
potencia).
La radiación electromagnética, puede analizarse desde un punto de vista
ondulatorio o corpuscular, de acuerdo con la dualidad onda-partícula (desarrollada
por eminentes científicos como Heinrich Hertz, Albert Einstein, Louis Victor de Broglie y Georges P. Thompson). Es decir, la luz, convencionalmente vista como
onda, puede tener comportamiento de partícula (fotón), y las partículas a escala atómica (electrones, protones, entre
otras) tienen también comportamiento ondulatorio.
Radiación ionizante
La radiación electromagnética, puede ser ionizante (rayos X, rayos
gamma) y no ionizante (rayos UV, luz visible, microondas, ondas de radio). En
el primer caso, los fotones son tan energéticos –o la radiación oscila a tan
alta frecuencia–, que al encontrarse con átomos o moléculas logran arrancarles electrones
con facilidad, causando que pierdan su neutralidad eléctrica (ionización) o su
estado de equilibrio a nivel molecular (al romperse algunos enlaces químicos). En
el segundo caso, los fotones son mucho menos energéticos (o la frecuencia más
baja), por lo que son incapaces de ionizar la materia. Por lo tanto, los
tejidos biológicos, constituidos de átomos y moléculas (como toda la materia) solamente
se verían afectados si interaccionaran con radiación electromagnética
ionizante.
Fotografía original de rayos X obtenida por Wilhelm Röntgen |
A pesar de que los rayos UV se consideran no ionizantes, son fronterizos
con la radiación ionizante, por lo que tienen la energía suficiente (la frecuencia
más alta de la radiación no ionizante –o su longitud de onda más corta: de los
400 a los 15 nanómetros, nm–) para hacer daño a una célula que tiene un
diámetro aproximado de 8 micrómetros (8 000 nm). Si un conjunto de fotones que
oscilan con una longitud de onda de los 15 nm “golpea” el núcleo celular, podría
desensamblar partes de la molécula de ADN, lo cual ocasionaría la muerte de la
célula, o en el peor de los casos, una mutación que podría hacer que la célula
se dividiera sin control, originándose un cáncer. Mas los rayos UV no pueden ir
más allá de la piel: no tienen la energía suficiente para poder penetrar dentro
del cuerpo que sí tienen los rayos X (el tejido blando es prácticamente
transparente, como puede observarse en una placa típica) o más aún, los rayos
gamma.
Si los rayos UV pueden ocasionar cáncer de piel, los rayos X y los gamma
pueden generar cáncer en cualquier tejido del cuerpo debido a su mayor energía
y penetración. Por ello es importante no asolearse demasiado y utilizar filtros
en la piel para protegerse de la radiación UV, así como no tomarse demasiadas
placas de rayos X por año.
Radiación de microondas
Volvamos a la radiación no ionizante. Por debajo de los rayos UV está la
luz visible. Esta radiación va del color violeta (longitud de onda de 400 nm)
al rojo (700 nm), por lo que su longitud de onda está en el orden del diámetro
del núcleo celular (aproximadamente 1000 nm). Por tanto, esta radiación sería
incapaz de “golpear” con suficiente precisión los enlaces de las bases
nitrogenadas del ADN. La luz, si fuera muy intensa, sólo elevaría, hasta cierto
punto, la temperatura de la piel más externa.
Fotografía de radiación infrarroja de un perro |
Si la luz visible no ocasiona daño, menos aún lo hace la radiación
infrarroja (longitud de onda de 700 nm a 1 mm) a intensidades cotidianas de la
vida diaria. La radiación infrarroja no es otra cosa que radiación calorífica
que todos emitimos (detectable con cámaras especiales), por lo tanto, es
evidente que ésta no es nociva para nosotros (a menos que sea muy intensa, como
cuando colocamos un dedo en la llama de una vela).
Con respecto a las microondas (longitud de onda de 1 mm a 1 m), al igual
que sucede con la radiación infrarroja, no tiene capacidad de afectar tejido
biológico en las condiciones normales de la vida cotidiana. El rango de frecuencias
de las microondas es el utilizado por la mayoría de los dispositivos de
telecomunicación, como móviles y routers. Los primeros utilizan frecuencias de
0.4 a 1.9 GHz (longitudes de onda de 75 a 16 cm) y los segundos 2.4 GHz (12.5
cm). La potencia de radiación de estos dispositivos es tan baja, que su efecto
en la piel es prácticamente imperceptible. Es decir, los 100 watts de potencia
de radiación infrarroja que emite nuestro cuerpo (calor totalmente inocuo) no
se comparan a los 0.25 watts de microondas que emite un celular, que, además, poseen
un nivel de energía miles de veces menor. En conclusión, las microondas de
celulares y routers (podríamos añadir también las ondas de radio, TV y las
generadas por las líneas de corriente de las instalaciones eléctricas de casas
y edificios) son absolutamente inofensivas.
Consideraciones finales
Con lo que hemos visto, sería absurdo considerar que la utilización de móviles y
routers (e incluso hornos de microondas) pueda tener un efecto cancerígeno.
Además, ya se han hecho varios estudios científicos ‒llevados a cabo por la OMS
(Organización Mundial de la Salud), ICNIRP (por las siglas en inglés de la
Comisión Internacional para la Protección contra las Radiaciones no
Ionizantes), IARC (por las siglas en inglés de Agencia Internacional para la
Investigación del Cáncer), entre otras organizaciones‒ en los que no han
encontrado correlación alguna entre el cáncer y la radiación electromagnética
no ionizante.
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